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Explicación:

El surgimiento, durante las últimas décadas, de diversos acontecimientos mundiales,

como la globalización, las cadenas de valor integradas, las rápidas innovaciones tecnológicas e institucionales, las restricciones ambientales y el aumento del precio de los bienes

agrícolas, ha tenido como consecuencia que la agricultura retorne a la agenda mundial,

al tiempo que le ha proveído un renovado papel en el desarrollo de los países.

Este nuevo rol reconoce en la agricultura la capacidad de ejercer múltiples funciones

para el desarrollo. Dichas funciones tienen que ver con el crecimiento económico, la

sostenibilidad ambiental, la reducción de la pobreza y del hambre, y el logro de mayores

niveles de equidad y de seguridad alimentaria. Igualmente, se destaca el hecho de que

el sector no sólo contribuye a la producción de alimentos y materias primas sino que

también lo hace a la nutrición y a la salud de las personas. Finalmente, se reconoce que

la agricultura es un factor importante para algunos sistemas interrelacionados, como los

del suelo, el agua y el energético.

De esta forma, se pasó de una visión de la agricultura fundamentada en las actividades

primarias básicas a una mucho más amplia en la que se considera al conjunto de encadenamientos e interrelaciones que se establecen a partir de ella. Este conjunto de actividades económicas recibe el nombre de sector agroalimentario, complejo agroindustrial

o agricultura ampliada.

Esta nueva visión, junto a una mayor receptividad social y política a la importancia que

tiene la agricultura de cara al futuro, ha generado el reconocimiento público de esta actividad como un asunto estratégico para el desarrollo de las naciones.

Por tanto, existe la necesidad de que los países en desarrollo definan y estructuren las

estrategias y las políticas necesarias para impulsar y fortalecer el desarrollo de la agricultura y de los territorios rurales, de tal forma que se haga una utilización plena y sostenible de los recursos naturales, al tiempo que se asegure un crecimiento dinámico de

la agricultura paralelo a un desarrollo social con equidad. No debe perderse de vista la

necesidad que existe de que la agenda de políticas y estrategias para el desarrollo deba

ser rediseñada y adaptada a las nuevas realidades.

De otra parte, las circunstancias presentes y las expectativas futuras acerca del curso de

la producción agropecuaria han generado la revaloración de los recursos naturales con

potencial agrícola. Esto es de especial significancia para un país que, como Colombia,

tiene, junto a un grupo no muy amplio de naciones, una dotación de recursos agrícolas

no explotados plenamente. Más aún, teniendo en cuenta las perspectivas de crecimiento

de la demanda mundial de alimentos para el año 2050, se estima que, en las naciones exportadoras de bienes agropecuarios, la agricultura podría convertirse en un pilar central

del desarrollo económico.

Las experiencias recientes de desarrollos vigorosos y dinámicos de las agriculturas de un

conjunto de países en desarrollo, entre los que se encuentran algunos latinoamericanos,

enfatizan el papel determinante que las políticas públicas juegan en dichos resultados.

De especial relevancia resulta poner en práctica políticas agrícolas que: creen los incentivos necesarios para que la inversión privada saque provecho de las potencialidades productivas y ambientales que se tienen y de las oportunidades que se dan en los mercados

agrícolas, nacional y mundial; impulsen y financien la generación de capitales básicos

que faciliten el desarrollo de los diferentes emprendimientos productivos y sociales; y

establezcan las instituciones y la institucionalidad necesarias para asegurar la eficacia

de las políticas. Todos estos esfuerzos requieren que, simultáneamente, se aplique, en

los territorios rurales, una política social activa que garantice el mayor bienestar y el

mejoramiento de las condiciones de vida de los hogares de los diferentes grupos de productores agropecuarios.

De esta forma, en el caso colombiano, la dinamización de los productos no tradicionales

con potencial exportador no sólo sería, en razón a la capacidad competitiva que estos

productos pueden exhibir en los mercados mundiales, una decisión eficaz en términos

productivos y de penetración de mercados, sino que, dada la alta utilización de mano de

obra y la presencia importante de pequeños productores en su producción, representaría