El Relativismo niega la posibilidad de asumir ideas, creencias, tradiciones, normas y valores como verdades absolutas, también niega su carácter vinculante y universal para el género humano al poner en entredicho la validez de la existencia de ideas de aceptación general. Esta filosofía se basa en la legitimación de la validez de los puntos de vista de todos los individuos, ya que asume que toda verdad es relativa al criterio, la percepción, las preferencias y la valoración de cada ser humano; por consiguiente, desde esta perspectiva, cada persona es libre de orientar sus acciones atendiendo única y exclusivamente a lo que para él es importante, sin importar el impacto de las decisiones individuales sobre el resto de la sociedad, todo lo anterior en el marco del discurso pluralista que legitima la cultura del “todo vale”.
Existen diferentes tipos de relativismo , en los cuales se habla del Relativismo cognitivo, el moral, el ético y el situacional, sin embargo, nuestro propósito es mirar como la filosofía del Relativismo ha permeado nuestra concepción de lo que es la Ciudadanía y cuál ha sido el impacto del confuso y sibilino “progresismo” que pretende hacer ver todo tipo de transformaciones sociales, por irreflexivos que sean, como grandes avances en el progreso de la humanidad, atacando a dentelladas cualquier opinión que sea favorable a posiciones contrarias al dejar hacer y dejar pasar, atacando siempre desde la cómoda trinchera de la supuesta defensa al derecho y la libertad de pensar y actuar conforme cada quien considere.
