la vida por una causa, desinteresadamente. Porque otra notable paradoja es que la gente dispuesta a dar la vida suele actuar no, como dicta el sentido común, por interés (¿de qué manera se podría usufructuar el objeto de deseo que moviliza ese interés después de muerto?), sino altruistamente, por desinterés. Las guerras nacionales llenan hoy el lugar que antes ocupaban las guerras de religión, y están cargadas con la misma intensidad en el compromiso, el altruismo, la apasionada adhesión irreflexiva, la demonización del otro: el hereje, el infiel, el apóstata, el enemigo del dios verdadero; o el extranjero, el enemigo que acecha más allá de nuestras fronteras, siempre codiciando lo ajeno, tramando asechanzas para despojarnos. Porque, como las imágenes en el espejo, el rostro del enemigo devuelve la propia imagen, pero invertida: los defectos del otro son la réplica, simétricamente inversa, de nuestras virtudes; él es mentiroso, en la misma medida en que nosotros somos veraces; es hipócrita, tanto como nosotros somos sinceros; es sinuoso y traicionero, como nosotros somos rectos y leales; es cobarde, tanto como nosotros somos valientes; mezquino y codicioso, como nosotros generosos y desprendidos. sumillado lo que entendieron de lo leído plz

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