Respuesta:
Esa tarde me pasó algo gracioso que aún al recordarlo no puedo evitar sonreír. Estaba caminando por el parque, disfrutando de la tranquilidad del lugar, cuando de repente, un perro muy entusiasta decidió que yo era la persona indicada para jugar con él. Sin previo aviso, el perro tomó mi bufanda con su boca y ¡tiró de ella con todas sus fuerzas! ¿Puedes creerlo? Allí estaba yo, en un tira y afloja con un perro que no tenía la menor intención de soltar mi prenda.
La situación se volvió aún más cómica cuando un grupo de niños se unió al juego, animando al perro como si fuera una competencia. “¡Vamos, puedes hacerlo!”, gritaban con emoción. Y yo, intentando mantener la compostura, no podía dejar de reír ante el espectáculo. Al final, el dueño del perro apareció, pidiendo disculpas mientras intentaba liberar mi bufanda de las garras del juguetón canino.
“¡Lo siento mucho!”, exclamó avergonzado. “¡Parece que le ha encantado tu bufanda!” Y aunque al principio me preocupé por el estado de mi bufanda, terminé agradeciendo al perro por el inesperado momento de alegría. ¡Quién diría que una simple caminata se convertiría en una aventura tan divertida!
Explicación:
