Respuesta :

Explicación:

Había una vez en las tierras altas de los Andes ecuatorianos, un pueblo pequeño pero próspero llamado Alpamayo. Este pueblo estaba rodeado de majestuosas montañas cubiertas de nieve y extensos campos verdes que alimentaban a sus habitantes. En el centro del pueblo se erguía un antiguo árbol de ceibo, conocido por los lugareños como el "Árbol del Tiempo", pues se decía que tenía el poder de influir en el destino de aquellos que lo rodeaban.

Cuenta la leyenda que hace muchos años, cuando los Incas aún dominaban la región, un joven pastor llamado Kuyay se aventuró a las montañas en busca de una oveja perdida. Mientras caminaba entre las escarpadas laderas, una densa niebla lo envolvió y se perdió en un valle oculto. Allí, encontró una hermosa laguna de aguas cristalinas y una cueva tallada en la roca.

Intrigado, Kuyay entró en la cueva y descubrió un mundo subterráneo lleno de maravillas. En el corazón de la cueva, encontró un árbol gigantesco con hojas resplandecientes que emitían una luz dorada. Fascinado por su belleza, Kuyay se acercó al árbol y sintió una extraña conexión con él.

De repente, una voz resonó en la cueva, revelando la historia del árbol sagrado. Se decía que el árbol había sido plantado por los dioses como guardián de la armonía en la tierra. Sus raíces se extendían por todo el mundo, conectando a las personas y los lugares en una red invisible de energía.

Impulsado por un deseo de proteger esta sagrada conexión, Kuyay regresó al pueblo y compartió su experiencia con los ancianos. Juntos, decidieron honrar al árbol del Tiempo como un símbolo de unidad y paz. Así, cada año, los habitantes de Alpamayo celebraban una ceremonia especial en la que se reunían alrededor del árbol para ofrecer oraciones y agradecer por su protección.

Con el paso del tiempo, el pueblo de Alpamayo floreció bajo la benevolencia del árbol sagrado. Las cosechas eran abundantes, las disputas se resolvían pacíficamente y la comunidad prosperaba en armonía. La leyenda del joven pastor Kuyay y el árbol del Tiempo se transmitió de generación en generación, recordando a todos la importancia de la conexión con la naturaleza y el respeto por los dones sagrados que nos rodean.

Hasta el día de hoy, el pueblo de Alpamayo sigue venerando al árbol del Tiempo como guardián de su bienestar y símbolo de la unidad entre los hombres y la naturaleza. Su leyenda perdura como un recordatorio eterno de la importancia de vivir en armonía con el mundo que nos rodea.