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Había una vez un joven llamado Diego, quien desde pequeño había soñado con ser un atleta de renombre. Con dedicación y esfuerzo, entrenaba día tras día para alcanzar su meta. Un día, durante una competencia importante, Diego sintió un fuerte dolor en su pierna derecha. A pesar del dolor, decidió continuar corriendo, pero su pierna colapsó, y cayó al suelo con un grito de dolor.

Llevado al hospital, los médicos descubrieron que Diego tenía un problema en una célula muscular en su pierna. La noticia lo devastó, pensó que su sueño de ser atleta se había desvanecido. Sin embargo, con el tiempo, comenzó su rehabilitación y aprendió a adaptarse a su nueva realidad.

Decidió no rendirse y encontró una nueva pasión en la natación, donde la resistencia de sus músculos no era tan crucial como en la carrera. Con determinación y perseverancia, Diego se convirtió en un destacado nadador, demostrando que aunque una célula muscular pueda fallar, el espíritu humano puede superar cualquier obstáculo.