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Una de las características clave de la gestión de dispositivos IoT es la capacidad de gestionar de forma remota y centralizada una gran cantidad de dispositivos dispersos geográficamente. Esto implica poder monitorear, controlar, actualizar y mantener los dispositivos IoT de manera eficiente y escalable, lo que proporciona a los operadores la capacidad de optimizar el rendimiento de los dispositivos, solucionar problemas de manera proactiva y garantizar la seguridad de la red.