24 de marzo: día de la memoria por la Verdad y la Justicia

En las décadas de 1960 y 1970, la influencia de la Revolución Cubana y el ejemplo del Che impulsaron a distintos grupos revolucionarios latinoamericanos a fundar organizaciones armadas. Muchos veían que la desigualdad y la dependencia de las potencias imperiales no se solucionarían por la vía de las democracias occidentales en esta región del mundo.

Para controlar la situación en lo que consideraba su territorio, Estados Unidos convocó a los representantes de todos los ejércitos latinoamericanos en las Conferencias de Ejércitos Americanos (CEA) desde 1960, y comenzó a dictar cursos de formación dirigidos a oficiales latinoamericanos. Miles de ellos recibieron instrucción y adoctrinamiento militar en distintas instituciones norteamericanas, con el propósito de formarlos ideológicamente en las nuevas doctrinas. En esas conferencias anuales Estados Unidos promovía, entre los altos mandos de los ejércitos americanos, la difusión de sus dogmas, la política de contención del comunismo y la lucha contra el terrorismo internacional. También en la Escuela de las Américas de Panamá enseñó métodos de contrainsurgencia, tortura, crueldad y represión. Se la llamó “la escuela de dictadores” y formó a generaciones de militares en América Latina para defender las estrategias del Pentágono.

Hacia fines de la década del 70 todos los países de Sudamérica estaban bajo férreas dictaduras militares.

El 24 de marzo de 1976, se implantó la última dictadura militar en Argentina, que duró hasta 1983.

Plan económico: la otra cara del terrorismo de Estado.

El terrorismo de Estado se constituyó en el vehículo fundamental para la reimplantación del liberalismo económico en la Argentina. A partir de la crisis petrolera, que fue atribuida por los sectores más liberales al fracaso del Estado benefactor, se impusieron los partidarios de aumentar el protagonismo del mercado, limitando al accionar estatal y reduciendo el gasto público.

Las medidas impulsadas por José Alfredo Martínez de Hoz (ministro de economía entre 1976 y 1981) se basaron en los principios de una economía abierta, que desprotegía a la industria nacional y fomentaba la introducción de productos extranjeros.

Para consolidar las ventajas de la importación por sobre la producción argentina, las políticas monetarias de la dictadura llevaron a una sobreevaluación del peso o, dicho de otra forma, abaratamiento del costo del dólar. De esta manera, resultaba más económico comprar en el extranjero que producir en el país, lo que ocasionó una época de gran consumismo conocida como “la plata dulce”.

En estas circunstancias, se planteó una competencia a través del mercado cuyos supuestos beneficiarios serían los consumidores por la ampliación de la oferta de productos. Pero en realidad, los resultados del crecimiento descontrolado de las importaciones fueron otros: el cierre de numerosas empresas nacionales hizo que se perdieran muchos puestos de trabajo, y la clase obrera, principal sujeto de transformación social de nuestro país, fue la más perjudicada en este nuevo rumbo económico.

Consecuencias de la política económica

Las medidas adoptadas por la dictadura tuvieron un fuerte impacto sobre la organización económica de la Argentina.

Por un lado, el achicamiento del Estado significó una fuerte reducción del gasto público en áreas estratégicas como salud, educación o vivienda.

El fracaso de la dictadura en materia económica quedaba de manifiesto: había aumentado la brecha entre los que más tenían y los que menos, y el sector industrial continuaba en retracción. A partir de 1981, los principales partidos políticos comenzaron a manifestar su desacuerdo frente a las políticas dictatoriales y constituyeron la Multipartidaria, cuyo objetivo era el retorno de la democracia.

¿Qué eran las conferencias de ejércitos americanos? ¿Qué hacía?

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