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Subyacente a este contexto se encuentran dos preocupaciones específicas para el futuro democrático de la región: primero, sin mejoras sustanciales en la calidad y capacidad de la gobernanza, puede emerger una mayor polarización política, inestabilidad social e incluso enfrentamientos violentos entre ciudadanos y Estados debido a las devastadoras consecuencias socioeconómicas de la pandemia, que además tardarán un largo tiempo en decantarse completamente.