Respuesta :

El sol se estaba poniendo en el horizonte y las sombras se alargaban en el pueblo de Santa Clara. Las calles de tierra estaban vacías y los edificios de adobe parecían abandonados. El hambre había azotado a la población durante semanas, dejando a todos con las reservas de alimentos casi agotadas.

En la plaza central, un grupo de personas se había reunido alrededor de un fogón improvisado, tratando de calentarse y cocinar lo poco que les quedaba. Se podía sentir la desesperación en el aire, los rostros demacrados y el silencio pesado que se arrastraba por el lugar.

Las tiendas y mercados solían estar llenos de vida y actividad, pero ahora estaban cerrados y vacíos. Los estantes vacíos y las puertas cerradas eran un recordatorio constante de la escasez que sufrían.

A lo lejos, se podía ver el cerro que protegía al pueblo, con su vegetación seca y los ríos secos que solían proveer de alimento y agua a la comunidad. Ahora, todo parecía desolado y sin vida.

En medio de este panorama desolador, la gente se aferraba a la esperanza de que pronto la situación mejoraría y que el hambre sería solo un mal recuerdo en sus vidas. Pero por ahora, debían enfrentar la cruda realidad de la escasez y la necesidad que les consumía.