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Resumen del cuento "Las Zapatillas de Sarita" ​

La tarjetica decía que a las cinco, pero sarita llego a las cuatro porque su mamá la dejó de pasada cuando se fue a tomar el colectivo, así que nos sentamos a abajo del gomero para ver lo que hace mi mamá, que iba y venía por el patio, con el vestido de flores hecho una campana, inflado de tanto viento norte, mi mamá había salido en la bicicleta bien temprano, a las ocho para ir a lo del gringo para comprar las cosas para la tarde. Cuando vienen los primos mamá se pone nerviosa, porque nuestra casa es chiquita; para las cinco y media habían llegados todos y nos páramos alrededor de la tabla, para tomar una gaseosa de pomelo y comer lo que había en los platitos.

Lucrecia le dijo a mi mamá que quería una chocolatada y Augusto se metía los chizitos en la boca y los escupía, Lucrecia agarró su vaso de pomelo y lo vació en el pasto. ¿Cuánto falta para irnos, mami? dijo Augusto a los gritos, pero la tía Nora ni le respondió.  

En eso llegó la negrita que con tanta mala suerte en el camino le pisó las zapatillas a Lucrecia, me miró con los ojos llenos de odio, creo que era un monstruo que quería comerme. Tenía miedo de que mi papá la castigara a la Negrita. Mi mamá apareció con la torta en una bandeja y la canción del feliz cumpleaños en la boca y papá y la tía y todos los demás menos los primos cantaron con ella. La tía Nora vino con un paquete y mi mamá le dijo que muchas gracias, que no se hubiera molestado, y ella dijo que feliz cumpleaños. Mi mamá agarró el cuchillo para cortar la torta y Sarita dijo ¡paren, que falta mi regalo! y sacó de abajo de la mesa una bolsita de plástico negro. Probátelas!, me dijo mi mamá, que estaba re contenta. Mi tía y mis primos aprovecharon para irse cuando mi papá me sacaba fotos con las zapatillas nuevas, no se dieron cuenta me dijo Sarita muerta de risa, mostrándome los pies descalzos escondidos debajo de la tabla.

Hoy nos vimos en la escuela, ella me contó que los pingüinos se quedan con un solo compañero por el resto de su vida y yo pensé que ojalá Sarita y yo fuéramos pingüinos.