Las primeras civilizaciones de regadío surgieron gracias a las mejoras agrícolas que permitieron obtener excedentes agrarios, lo que llevó al surgimiento de mercados y una especialización laboral. Esto permitió la formación de asentamientos más complejos y una organización social más jerarquizada, con la aparición de administraciones y clases sociales. La existencia de agua jugó un papel fundamental en el surgimiento de estas civilizaciones, ya que permitió la construcción de diques, canales, pozos y sistemas de regadío para el riego de los cultivos. Las primeras civilizaciones de regadío surgieron en el Sur de Mesopotamia, en la meseta entre el Tigris y el Éufrates; en Egipto, a lo largo del Río Nilo; en la India, en el valle del Indo; y en torno al río Amarillo, en China.