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Enrique exploró una amplia variedad de destinos, desde las playas tropicales hasta las majestuosas montañas. Comenzó su viaje con una visita al antiguo templo en la cima de la montaña, donde el aire fresco y puro acariciaba su rostro. Luego, se aventuró hacia la costa, donde el mar azul y cristalino lo invitaba a sumergirse en sus aguas. Después, se dirigió al corazón de la selva, donde los elefantes deambulaban libremente y los árboles centenarios se alzaban hacia el cielo. Más tarde, exploró el bullicio de la ciudad, donde el aroma del café impregnaba las calles estrechas y sinuosas. Finalmente, se adentró en la historia de la región, recorriendo las vías del antiguo ferrocarril que cruzaban el paisaje, recordando tiempos pasados y aventuras olvidadas.