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Resumen

El presente es un artículo de reflexión que, a la luz de la teoría de representaciones sociales, aborda analíticamente las concepciones de infancia y maternidad para plantear que, si bien las transformaciones sociohistóricas de la relación entre padres e hijos han dado lugar a una modificación en las formas de manifestación y legitimación del maltrato hacia niños y niñas, no han tenido efecto en la abolición de esta lamentable práctica. Proponemos que, pese a que dichas transformaciones dieron lugar al reconocimiento del niño/a como sujeto de derechos, a la necesaria preservación de estos por parte del Estado y a la emergencia de la función materna relacionada con el afecto y el cuidado, en la sociedad contemporánea persisten creencias arraigadas que legitiman el recurso a prácticas maltratantes en la crianza de los niños y niñas.

Palabras clave: niñez, abuso infantil, tradiciones, crianza del niño, cuidado del niño.

Conclusión

El recorrido histórico realizado permitió identificar que se pasó del no reconocimiento del niño como sujeto de derechos al esfuerzo político de su visibilización; esta transición puso en evidencia que se han aceptado e incluso aún hoy se avalan socialmente ciertas prácticas de crianza que podrían enmarcarse como concepciones asociadas al maltrato infantil. Así, se encuentra que los estilos de crianza están influenciados por la estructura social de la época, lo que a su vez implica unas construcciones culturales, simbólicas, lingüísticas, respecto de la crianza, la infancia, la maternidad y la paternidad, dejando manifiesta una relación inexorable entre el individuo y la cultura de la cual participa, entre la relación cuidador-infante y los discursos culturales que la penetran.

De esta reflexión emergieron dos ideas centrales. La primera, relativa a cómo se ha entendido históricamente al niño, encontrando que, aunque en la actualidad la protección de la niñez se halla legalmente constituida como un deber y responsabilidad del Estado, la familia y la comunidad en general (Carbonell, 2013; Izzedin y Pachajoa, 2009), persiste una dificultad para comprender y percibir al niño como un sujeto de derechos, haciendo uso de discursos adulto-céntricos que no le permiten ejercer su autonomía y que no siempre atienden a una crianza basada en las necesidades que se configuran según el curso vital (Carbonell, 2013; Carreño y Rey, 2010). La segunda, relacionada con las funciones de la maternidad —que entre otras cosas implican la crianza y el cuidado—, asociadas a la mujer como principal cuidadora, mediante las cuales se sostienen discursos normalizadores de la relación mujer-maternidad.

A partir de estas ideas surgen cuestionamientos acerca del carácter vinculante que está implicado en las prácticas de crianza, entre ellos el lazo que se establece entre el niño y la madre. Esta continúa siendo el principal cuidador, tanto de los aspectos físicos como afectivos de sus hijos (Esquivel, 2013; Flores y Tena, 2014; Gilligan, 2013; Tronto, 1987), lo que en conjunto con los nuevos roles que actualmente enfrenta se convierte en un factor de riesgo para sus actitudes maternales y puede llegar a suponer afecciones en su salud mental. Este malestar se puede expresar en altos niveles de estrés, agotamiento y frustración respecto a su proyecto de vida que encuentra como vía de descarga la reactividad hostil hacia sus hijos (Aranda, 2017), fundamentalmente, cuando se carece de una red de apoyo sólida.

Explicación:

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