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En el capítulo 15 de "El Gran Conflicto", se aborda la temática sobre el exilio de los judíos en Babilonia debido a la destrucción del templo de Jerusalén por parte de Nabucodonosor, rey de Babilonia. Este evento fue el resultado de la desobediencia del pueblo judío hacia Dios y su rechazo a seguir sus mandamientos. Durante su estancia en Babilonia, los judíos sufrieron diversas dificultades y persecuciones por parte de los babilonios, lo que los llevó a valorar la importancia de mantener la fidelidad a Dios en todo momento.

Se destaca cómo a pesar de su sufrimiento en el exilio, los judíos mantuvieron la esperanza en la promesa de Dios de restaurar su pueblo y permitirles regresar a su tierra. A través de profecías como las de Isaías y Jeremías, se les recordó que el sufrimiento no sería eterno y que Dios los restauraría y los bendeciría nuevamente si se arrepentían y volvían a él con sinceridad. Esta situación también sirvió como una lección para el pueblo judío sobre la importancia de obedecer a Dios y las consecuencias de alejarse de su voluntad.

El capítulo concluye resaltando la importancia de aprender de la historia de los judíos en Babilonia y mantener la fidelidad a Dios en todo momento. A través de su experiencia, se trae a la luz la necesidad de confiar en las promesas de Dios y permanecer firmes en la fe, incluso en medio de las adversidades y persecuciones. Esto resalta la importancia de mantener una relación íntima con Dios y seguir sus mandamientos para evitar caer en las mismas faltas que llevaron al pueblo judío al exilio en Babilonia.