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La adopción de un sistema de tasa de cambio fija al final de un periodo inflacionario puede tener sentido por varias razones desde la perspectiva de la macroeconomía.
En primer lugar, cuando un país sufre una hiperinflación, la confianza en su moneda local tiende a disminuir, lo que puede llevar a una mayor demanda de moneda extranjera como refugio de valor. Al fijar el tipo de cambio a una moneda más estable, como el dólar estadounidense, se busca restaurar la confianza en la moneda local y estabilizar el valor de la misma.
Además, al adoptar un sistema de tasa de cambio fija, se envía una señal clara a los agentes económicos de que se está comprometido a mantener la estabilidad del valor de la moneda. Esto puede ayudar a reducir las expectativas inflacionarias y anclar las expectativas de los agentes económicos en torno a la estabilidad monetaria.
Una vez que se logra estabilizar el tipo de cambio y se controla la inflación, el país puede enfocarse en implementar políticas monetarias y fiscales más sólidas para mantener esa estabilidad a largo plazo.
En resumen, la adopción de un sistema de tasa de cambio fija al final de un periodo inflacionario puede ser una estrategia para restaurar la confianza en la moneda local, anclar las expectativas inflacionarias y sentar las bases para una mayor estabilidad macroeconómica.