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La idea de que la capacidad de ser libre deriva de la capacidad del hombre para ser racional está arraigada en muchas corrientes de pensamiento ético y filosófico. Esta afirmación se basa en la idea de que la libertad no es simplemente la ausencia de restricciones externas, sino que implica la capacidad de tomar decisiones informadas y autodirigidas.

Según esta perspectiva, la razón y la capacidad de razonar permiten al ser humano evaluar diferentes opciones, sopesar sus consecuencias y elegir entre ellas de manera consciente y reflexiva. En otras palabras, la racionalidad capacita al individuo para ser consciente de sus propios deseos, valores y metas, y para actuar de acuerdo con ellos de manera autónoma.

La libertad, en este sentido, no es simplemente la capacidad de hacer lo que se desea en un momento dado, sino la capacidad de actuar de acuerdo con la propia razón y consciencia, eligiendo lo que se considera más adecuado o valioso en una situación determinada. Esta concepción de la libertad se conoce como libertad racional o libertad moral, y se considera fundamental en muchas teorías éticas, como el deontologismo y el utilitarismo.

En resumen, se dice que la capacidad de ser libre deriva de la capacidad del hombre para ser racional porque la capacidad de razonar y tomar decisiones informadas es fundamental para la autonomía moral y la libertad individual.