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Tego, el hombre bala, y su ayudante, quien solía poner en funcionamiento el cañón, son dos viejos compañeros de circo. Juntos han compartido una vida llena de emociones y riesgos en el escenario. Sin embargo, ahora enfrentan la vejez, casi como un matrimonio blanco o como un par de siameses. La historia se desarrolla en un momento crucial: Tego cree que está perdiendo velocidad, y su preocupación se manifiesta en su incapacidad para comer los huevos revueltos que se ha preparado. Su cuerpo ya no es el mismo, y la nostalgia por los días de gloria en el circo lo atormenta.

El narrador, el antiguo presentador y compañero de Tego, recuerda cómo solían trabajar juntos en el espectáculo. Él era el encargado de encender la mecha que disparaba a Tego como una flecha roja y brillante a toda velocidad. El público aplaudía, y la adrenalina llenaba el aire. Pero ahora, en la cocina, Tego se enfrenta a su propia decadencia física y emocional.

La historia de “Perdiendo velocidad” nos invita a reflexionar sobre el paso del tiempo, la fragilidad humana y la inevitable pérdida de habilidades. A través de estos personajes, Samanta Schweblin nos muestra cómo la vida puede cambiar drásticamente y cómo enfrentamos nuestras limitaciones con valentía o resignación