Estrellas en el cielo.
Érase una vez un antiguo reino, donde habitaban en paz y armonía los diferentes tipos de especies, todo era amor y comprensión.
Todo surgió una noche llena de lluvia y aguas turbias, donde lo único que se podía ver era el cielo atormentado, todo olía a una agria velada, pero no sería impedimento para los piratas unos cuantos truenos, ellos seguirían con su plan, todo estaba fríamente calculado, sabían por lo que iban y no iban a detenerse por nada. Esto no lo veían como una simple travesura, era algo más, era... su misión de vida, o eso decían. Su plan era simple; querían robar la magia del reino, querían acabar con toda la felicidad existente, pensaron: "si yo no tengo la capacidad de poder ser feliz, ¿por qué los demás si? si yo no puedo serlo, nadie lo será". Los piratas eran personas muy incongruentes, obstinados, malolientes, pero sobre todo valientes, creían que eran imparables, que nadie podría tocarlos, se creía dioses, cuando se sabía de sobra que no era así.
Su loca travesía los navegó por el mar del descubrimiento, no sabían precisamente que iban a encontrar, pero sabían que se podrían considerar satisfechos al terminar su cometido.
En algún momento, ellos consideraron que todo estaba mal, que tal vez ellos estaban equivocados, pero les dió igual y dieron marcha otra vez al plan, lo que ellos no esperaban fue que empezaron rumores entre los animales del mar sobre su plan de derrocar al reino, corrieron la voz, ya era algo de información pública, ya se esperaba su llegada.
Probablemente si hubieran sido más astutos y prudentes al actuar y hablar, no hubiese pasado lo que pasó.
Ya en el reino se esperaba su llegada, les daba igual, estaban preparados, no sería un imprevisto muy grande; para recibirlos salieron las sirenas, dialogaron sobre por qué ellos querían robar lo que hacía al pueblo prosperar, no encontraban una razón válida para decir que simplemente no querían ver feliz a la gente.
Fue algo que nadie se habría esperado, pero las sirenas y piratas se llevaban muy bien, se entendieron la perfección, llegaron a un acuerdo, entablaron una amistad sana; Ellos prometían no meterse con el reino, pero querían ser parte de su comunidad, ya no querían vivir excluidos, porque siempre se les había visto mal, tal vez por estereotipos o algo que se ganaron a pulso, no se sabe con certeza, y no es importante.
Simplemente no hay que juzgar por apariencias, todos somos únicos y especiales, no tenemos el derecho de arrebatarle la felicidad a otra persona solo porque nosotros no somos capaces de reconocer nuestras áreas de oportunidad y mejorar cada día.
