En la mitología japonesa, la creación del mundo y del archipiélago japonés es atribuida a los dioses Izanagi e Izanami. Esta historia es relatada en dos de los textos más antiguos y sagrados de Japón, el "Kojiki" (Registro de cosas antiguas) y el "Nihon Shoki" (Crónicas de Japón), que datan del siglo VIII.
Al principio de los tiempos, cuando el cielo y la tierra aún estaban mezclados como una masa caótica, aparecieron los primeros dioses primordiales. Eventualmente, de esta masa surgieron dos deidades importantes: Izanagi (el dios masculino) e Izanami (la diosa femenina).
Izanagi e Izanami se situaron en el Puente Celestial (Ame-no-ukihashi) y sumergieron la lanza en el océano primitivo. Al levantar la lanza, las gotas que caían formaron la primera isla, llamada Onogoro-shima. En esta isla, los dioses descendieron y construyeron un palacio celestial para vivir.
Izanagi e Izanami decidieron unirse en matrimonio y crearon un ritual para bendecir su unión. Caminaron alrededor de un pilar sagrado en direcciones opuestas y, al encontrarse, Izanami habló primero, rompiendo la tradición de que el hombre debía hablar primero. Esto resultó en el nacimiento de hijos deformes, que fueron abandonados. Comprendiendo su error, repitieron el ritual correctamente, con Izanagi hablando primero, y así comenzaron a procrear las islas de Japón y otros dioses.
Izanagi e Izanami dieron a luz a muchas de las islas de Japón y a varias deidades importantes. Sin embargo, durante el nacimiento de Kagutsuchi, el dios del fuego, Izanami resultó gravemente herida y murió a causa de las quemaduras.
Izanagi, lleno de dolor y furia, decapitó a Kagutsuchi con su espada. De la sangre y del cuerpo de Kagutsuchi nacieron más deidades, mostrando cómo de la destrucción podía surgir nueva vida.
Desesperado por la pérdida de Izanami, Izanagi decidió viajar al Yomi, el mundo de los muertos, para traerla de vuelta. Al encontrar a Izanami, ella ya había comido la comida del inframundo y no podía regresar. Sin embargo, Izanagi no aceptó esto y trató de sacarla de allí.
Cuando Izanagi iluminó el Yomi con una peineta encendida, vio el estado de descomposición de Izanami, horrorizado, huyó del Yomi. Izanami, enfurecida por la traición, envió espíritus oscuros tras él, pero Izanagi logró escapar sellando la entrada al Yomi con una roca enorme.
Después de su regreso, Izanagi se purificó en un río para limpiar las impurezas del inframundo. De este ritual nacieron más deidades, incluyendo Amaterasu, la diosa del sol; Tsukuyomi, el dios de la luna; y Susanoo, el dios de las tormentas y del mar.
La historia de Izanagi e Izanami no solo explica la creación geográfica de Japón, sino también introduce a los principales dioses del panteón sintoísta. Este mito refleja las creencias japonesas sobre la vida, la muerte, y el ciclo de renovación, además de establecer un vínculo sagrado entre la naturaleza y la divinidad que es fundamental en la cultura japonesa.
