FELICIDAD
El filósofo inglés Bertrand Russell en La conquista de la felicidad, menciona
que es posible llegar a ser felices si no nos concentramos tanto en nosotros
mismos; en nuestro ego, sino abrirnos al mundo y tratar de resolver los
problemas desde un punto de vista racional y desechando los pensamientos inútiles que
muchas veces nos imposibilitan al momento de resolver todas aquellas trabas que se nos
presentan. En el siguiente fragmento se mencionan algunas ideas interesantes de la obra
de Russell que podrían darte luz al momento de pensar este concepto tan importante en el
desarrollo espiritual del ser humano.
El libro aparece dividido en dos partes: en la primera parte Russell se
detiene en las causas de la infelicidad, y en la segunda parte pone su
PRINT atención sobre las causas de la felicidad. Cada una de esas partes
se dividen a su vez en pequeños capitulos en los que trata los
diversos aspectos de cada estado. En la infelicidad habla de
competencia -o competitividad-, aburrimiento y excitación, fatiga, envidia, sentimiento de
pecado, mania persecutoria -o victimismo y miedo a la opinión pública. En la parte
correspondiente a la felicidad tiene en cuenta el entusiasmo, el cariño, la familia, el trabajo,
los intereses no personales, el esfuerzo y la resignación. Russell pone el dedo en la llaga
en cada uno de estos aspectos tan importantes en la existencia humana, haciendo a veces
un análisis bastante certero, y en otras ocasiones algo desfasado.
Russell hace hincapié en un tipo de infelicidad muy curiosa, pero más común de lo
que se podría pensar. Es lo que llama la infelicidad byroniana. Este tipo de infelicidad es el
que encontramos en artistas y pensadores, pero también en adolescentes. Russell señala
como antecedente directo de este tipo de infelicidad el Eclesiastés de la Biblia, donde un
sabio cuenta sus tribulaciones. Yo añadiria además una interpretación incorrecta del
concepto de catarsis que Aristóteles expone en la Poética al hablar de la tragedia. Esta
falsa interpretación apoyaría la idea de que las situaciones trágicas y dolorosas purifican
nuestra alma. No voy a entrar en la cuestión de si esto es o no verdad -porque sería
meterme de lleno en la Poética-, pero el caso es que los que tienen este tipo de infelicidad
se sienten orgullosos de ella y se creen por encima del resto de los felices y vulgares
mortales. Esta situación se fuerza en los artistas, porque existe la tendencia a pensar que
las grandes obras de arte sólo nacen del dolor; en los adolescentes, en cambio, sirve para
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