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Érase una vez, en un pequeño pueblo llamado Arboleda, un niño llamado Lucas. Lucas era un chico inteligente y creativo, pero también era muy tímido y no tenía muchos amigos. Sus compañeros de clase solían burlarse de él por su aspecto físico y por sus intereses poco comunes.

Cada día, al llegar a la escuela, Lucas se enfrentaba a comentarios hirientes y risas maliciosas. Había un grupo de chicos, liderado por un niño llamado Marco, que siempre encontraba nuevas maneras de humillar a Lucas. Esto hizo que Lucas se sintiera cada vez más solo y desanimado.

Un día, después de una clase de arte, Lucas se quedó un poco más tarde para terminar su dibujo. Mientras trabajaba, una niña llamada Sofía se acercó y observó su obra. "Es realmente hermoso, Lucas", dijo ella con una sonrisa. "Deberías estar orgulloso de tu talento".

Lucas se sorprendió al escuchar esas palabras amables. No estaba acostumbrado a recibir elogios. "Gracias, Sofía", respondió tímidamente.

Sofía decidió que era hora de hacer algo para ayudar a Lucas. Ella sabía lo que era sentirse solo, ya que también había sido nueva en la escuela y había tenido dificultades para hacer amigos. Así que, poco a poco, empezó a invitar a Lucas a unirse a sus actividades. Al principio, Lucas dudaba, pero con el tiempo comenzó a sentirse más cómodo.

Con el apoyo de Sofía, Lucas ganó más confianza y empezó a mostrar su talento en arte a toda la clase. Los otros estudiantes comenzaron a darse cuenta de lo especial que era Lucas y lo talentoso que era en algo que pocos entendían. Marco, el líder de los chicos que lo molestaban, al principio seguía con sus burlas, pero pronto notó que cada vez menos personas se unían a él. En lugar de reír, algunos incluso defendían a Lucas.

Un día, durante una clase de arte, el maestro anunció que habría un concurso de dibujo y animó a todos a participar. Lucas, con la confianza que había ganado gracias a Sofía y sus nuevos amigos, decidió participar. Pasó semanas trabajando en su dibujo, poniendo en él todo su corazón y creatividad.

El día del concurso, los jueces quedaron impresionados con la obra de Lucas y le otorgaron el primer lugar. Toda la escuela aplaudió, y por primera vez, Lucas se sintió verdaderamente aceptado y valorado. Incluso Marco, viendo la reacción de todos, se acercó a Lucas después de la ceremonia y le pidió disculpas por cómo lo había tratado.

Lucas aceptó la disculpa, pero también le recordó a Marco lo importante que era tratar a los demás con respeto. "Todos tenemos algo especial que ofrecer", dijo Lucas. "Solo necesitamos la oportunidad y el apoyo para mostrarlo".

Desde ese día, la escuela de Arboleda se convirtió en un lugar más amigable y respetuoso. Sofía y Lucas se convirtieron en grandes amigos, y Lucas siguió desarrollando su talento en el arte, siempre recordando la importancia de la amabilidad y el apoyo mutuo.

Y así, en el pequeño pueblo de Arboleda, aprendieron una valiosa lección sobre el poder del respeto y la amistad para superar el bullying.