La afirmación de que tanto en la Antigüedad como en el momento presente, los fundamentalismos conquistan terreno a la razón y la violencia es el camino para ir ganando poder, es un tema complejo que requiere un análisis detallado.
Los movimientos fundamentalistas contemporáneos han sido asociados con el uso de la violencia para alcanzar sus objetivos político-religiosos, como se evidencia en la manipulación de situaciones caóticas en su beneficio. Sin embargo, es importante destacar que la violencia no es inherente a la religión, y que los conflictos pueden ser motivados por diversos factores como intereses geopolíticos, recursos naturales, entre otros.
En el contexto actual, el fundamentalismo religioso ha incursionado en la esfera política promoviendo modelos de sociedad conservadores y aliándose con corrientes neofascistas, lo que ha generado tensiones y debilitado la democracia en algunos países. Además, durante la pandemia, se ha observado cómo el fundamentalismo religioso ha desafiado medidas sanitarias fundamentadas en la fe, lo que refleja una tendencia anticientífica en ciertos sectores.
Por otro lado, históricamente, se ha argumentado que el fundamentalismo puede surgir como una reacción a la modernidad y a los valores ilustrados, buscando preservar una identidad religiosa frente a la secularización y la racionalidad. Sin embargo, es fundamental reconocer que no todos los movimientos fundamentalistas recurren a la violencia, y que algunos pueden adaptarse a sistemas democráticos respetando los derechos humanos.
