La lucha contra las endemias
A partir de la inserción de la Argentina como pro-
veedora de materias primas al mercado internacional,
las altas tasas de mortalidad que producían las enfer-
medades infecciosas (ver en el capítulo 2) en las gran-
des ciudades se convirtieron en la preocupación más
visible de los médicos higienistas y de las autoridades
estatales. Pero con el transcurso del siglo xx comenza-
ron a surgir otros profesionales de la salud que presta-
ron atención a enfermedades que afectaban las zonas
menos pobladas de la Argentina, tales como el paludis-
mo, el bocio y la hidatidosis.
Salvador Mazza (1886-1946), luego de haberse
recibido de médico en la Universidad de Buenos Aires
y recorrer diferentes instituciones científicas en Euro-
pa, regresó a la Argentina y, con el apoyo del gobierno
nacional, se dirigió a Jujuy, en 1922. A partir de una in-
tensa labor, aisló la cepa que producía la leishmaniasis,
una enfermedad de la piel y las membranas mucosas.
Asimismo, a partir de esta experiencia, detectó las pre-
carias condiciones de vida de los habitantes rurales y
la necesidad de crear un centro de investigación para
las enfermedades endémicas regionales (recordemos
que las endemias se caracterizan por afectar extensos
territorios y pueden durar períodos prolongados).
Esta inquietud condujo a Mazza a fundar la So-
ciedad Argentina de Patología Regional del Norte y
creó la Misión de Estudios de Patologia Regional
Argentina (MEPRA), con una oficina central en Ju-
juy. La MEPRA contó con un equipo multidiscipli-
nario que estudió las enfermedades regionales y rea-
lizó múltiples actividades terapéuticas. Además, se
convirtió en un centro de docencia y difusión entre la
comunidad científica. A partir de sus investigaciones
detectó casos de infección con Trypanosoma cruzi,
agente patógeno de la enfermedad de Chagas (que
ya vimos en el capítulo 2). Sus investigaciones pro-
baron que este parásito se alojaba en las vinchucas y
estas se reproducían fácilmente en las viviendas pre-
carias del Noroeste argentino. La comunidad científi-
dicha enfermedad no existía
ca local consideraba que
en la Argentina y que solo se difundía en Brasil. Por
lo tanto, este hallazgo fue un impulso para continuar
estudiando las características que asumía en la Argen-
tina la dolencia descubierta por el brasileño Carlos
Chagas, en 1909.
En 1930, Mazza transformó un vagón de ferrocarril
en un laboratorio para desplazarse por las zonas que
estaban afectadas por el mal de Chagas. La mayor ra-
pidez de este medio de transporte le permitió reco-
rrer extensos territorios y en el mismo lugar tomar las
muestras a las personas y analizarlas. Así, el tendido de
la red ferroviaria, uno de los íconos de la moderniza-
ción en las comunicaciones, no solo
sirvió para transportar bienes y
personas. Por aquellos años,
también fue de utilidad
para trasladar los insumos
cientificos necesarios para
intentar mejorar las con-
diciones de salud de las
poblaciones dispersas en
el territorio nacional.
Colección Salvador Mazza, Diblioteca Central
de la Facultad de Medicins de la UBA
Salvador Mazza.
Vagón Laboratorio de la Misión de Estudios de Patología
Regional Argentina de la Universidad de Buenos Aires (1937),
que fue utilizado para investigar las enfermedades del Norte
argentino. Contaba con el equipamiento adecuado para realizar
los cultivos y los experimentos necesarios.
ACTIVIDADES
5. Compará los trabajos de los médicos higienistas
con el del equipo de Salvador Mazza (enfermeda-
des que buscaban controlar, ámbito geográfico en
los que se interesaban, medidas que impulsaban,
acciones).
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La lucha contra las endemiasA partir de la inserción de la Argentina como proveedora de materias primas al mercado internacionallas altas tasas de mortalidad qu class=

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