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La ciudadanía pasiva y la ciudadanía activa son dos formas en las que los individuos pueden participar en la vida política de un país. La ciudadanía pasiva implica el derecho y la capacidad de participar en la vida política, pero no implica necesariamente el ejercicio activo de ese derecho. Por ejemplo, un ciudadano pasivo puede votar en elecciones, pero no necesariamente se involucra en la política o participa en procesos políticos más amplios. La ciudadanía activa, por otro lado, implica el ejercicio activo de los derechos y responsabilidades de la ciudadanía, como participar en procesos políticos, votar en elecciones y participar en discusiones y debates políticos. La ciudadanía activa es importante porque permite a los individuos tener una voz en la forma en que se gobierna su país y permite a los gobiernos reflejar mejor las necesidades y preocupaciones de sus ciudadanos. La ciudadanía pasiva, por otro lado, puede ser una forma de participación política que es más fácil y menos exigente, pero puede no ser tan efectiva en garantizar que las necesidades y preocupaciones de los ciudadanos sean consideradas en la toma de decisiones políticas. En resumen, la ciudadanía pasiva y la ciudadanía activa son dos formas en las que los individuos pueden participar en la vida política de un país, y ambas son importantes para garantizar que los gobiernos reflejen las necesidades y preocupaciones de sus ciudadanos.

La ciudadanía pasiva se practica al cumplir los deberes civiles, como el pago de impuestos y el respeto a las leyes, mientras que la ciudadanía activa se ejerce al participar en procesos democráticos, como votar en elecciones y unirse a organizaciones civiles. Las razones para ejercer ambas formas de ciudadanía incluyen la preservación del orden social, la defensa de los derechos individuales y colectivos, y el fortalecimiento de la democracia.