Respuesta :

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Conclusión.

Igual que sus dueños, el pequeño espejo enmarado en ébano avanzaba lentamente hacia la libertad. Porque los espejos reflejan la historia de su tiempo. Y a veces, como los cristales curvos, la ensanchan, la adelgazan, la distorsionan. Así fe avanzando el espejo, entre los tambores de un pueblo que vivía en su propio mapa y un mercado de esclavos en el Río de la Plata.

Entre la ruina de un hacendado y ciertas palabras al revés. Entre una fuga malograda y un ejército en pie de guerra. Entre Cancha Rayada y Madrid y una dama enferma. El espejo que acompañó a Atima Silencio. Y supo que, al nacer su primer hijo, ella lo llamó José Imaoma para unir las dos orillas de su vida: un general de la libertad y su abuelo africano.

Espero te sirva..

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