Respuesta :

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El sol comenzaba a ocultarse detrás de las montañas, tiñendo el cielo de tonos cálidos y dorados. Yo me encontraba sentado en un banco del parque, observando a las personas que paseaban a mi alrededor. De repente, mi atención se fijó en un grupo de niños que jugaban en el césped.

Uno de ellos, llamado Lucas, era un niño de cabello castaño y ojos curiosos. Tenía en sus manos un avión de papel que había construido con esmero. Con una sonrisa traviesa en su rostro, Lucas se acercó sigilosamente a su amigo Daniel, quien estaba distraído mirando a las palomas que revoloteaban cerca.

Sin perder un segundo, Lucas lanzó el avión de papel en dirección a Daniel. El avión surcó el aire y, con una precisión asombrosa, aterrizó justo en las manos de su amigo. Daniel se sobresaltó y miró a su alrededor, tratando de descubrir quién había sido el autor de aquel lanzamiento sorpresa.

Los demás niños, que habían presenciado la hazaña de Lucas, se echaron a reír. Lucas se unió a las risas, pero en su rostro se podía ver el orgullo por su logro. Era como si sus manos hubiesen adquirido una habilidad mágica para hacer volar el avión de papel.

Desde mi posición en el banco, no pude evitar sonreír al ver la escena. Era un momento tan simple pero lleno de alegría y camaradería. Me sentí agradecido por ser testigo de ese instante de amistad y diversión, en el que un avión de papel se convirtió en el protagonista de una pequeña aventura.

El sol seguía descendiendo en el horizonte, bañando el parque en una luz suave y acogedora. Los niños continuaron jugando y riendo, creando recuerdos que seguramente atesorarían en su corazón durante mucho tiempo. Y yo, como un simple observador, guardé en mi memoria aquel fragmento de felicidad inocente y espontánea que había presenciado.

Explicación:

espero no sea larga