El narrador habla del instinto de la perversidad y de cómo este conduce al hombre a cometer actos malvados o tontos por la única razón de saber que no debía hacerlo. Escribe una pequeña narración en la que cuentes un acto de este tipo que tú hayas realizado alguna vez o, al menos, hayas tenido la tentación de realizar. "El gato negro"

Respuesta :

LHEID

Respuesta:

Recuerdo una tarde cálida de verano, una de esas en las que el aire parece vibrar con una energía indescifrable. Estaba solo en casa, y el silencio era tan profundo que podía escuchar mis propios pensamientos, que parecían más fuertes de lo habitual. Fue en ese ambiente que surgió un pensamiento tan perverso como irracional: ¿y si rompiera el jarrón favorito de mi madre?

El jarrón, una delicada pieza de porcelana azul con detalles dorados, siempre había estado en el mismo lugar, encima del mueble del salón. Mi madre lo cuidaba con esmero, siempre recordándome que era un recuerdo de familia invaluable. Cada vez que lo veía, una mezcla de respeto y temor me invadía; romperlo sería una transgresión imperdonable. Y tal vez fue precisamente esa idea la que comenzó a fascinarme.

No tenía ninguna razón lógica para querer romperlo. No estaba enfadado ni resentido. Simplemente, la mera prohibición y la certeza de que no debía hacerlo me llenaban de una excitación inexplicable. Sentí una especie de atracción hacia el jarrón, como si una fuerza invisible me empujara hacia él.

Me levanté del sofá y me acerqué al mueble. Mis manos temblaban ligeramente mientras extendía los dedos hacia la delicada porcelana. En mi mente, una voz insistente repetía que no lo hiciera, que era una locura, pero otra, más oscura y tentadora, susurraba que sí, que lo hiciera, que experimentara la libertad de la transgresión.

Tomé el jarrón con ambas manos y lo levanté. Su peso era sorprendentemente ligero. Lo sostuve en el aire durante unos segundos, mi corazón latiendo con fuerza. Podía sentir el sudor en mis palmas. Y entonces, en un impulso irracional, lo dejé caer.

El sonido del jarrón al romperse contra el suelo fue ensordecedor, una sinfonía de cristales que se estrellaban y fragmentos de porcelana volando en todas direcciones. Miré los restos esparcidos, sintiendo una mezcla de euforia y horror. Había hecho algo que no debía hacer, y aunque sabía que enfrentaría las consecuencias, una parte de mí se sentía extrañamente liberada.

Ese acto de pura perversidad, guiado únicamente por el deseo de transgredir, me enseñó mucho sobre la naturaleza humana y sobre mí mismo. Aprendí que todos llevamos dentro un instinto oscuro que, en ocasiones, puede llevarnos a cometer los actos más irracionales y destructivos, simplemente porque sabemos que no debemos hacerlo.

Explicación: