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En el cuento "El gigante egoísta" de Oscar Wilde, el gigante egoísta inicialmente sintió enojo y molestia al ver a los niños jugando en su jardín. Esto se debe a que el gigante consideraba el jardín como su propiedad exclusiva y no quería compartirlo con nadie. Sin embargo, a medida que avanza la historia, el gigante comienza a experimentar una transformación emocional.

Al ver la felicidad y la alegría de los niños al jugar en su jardín, el gigante comienza a sentir curiosidad y cierta ternura hacia ellos. A medida que se acerca más a los niños y los observa jugar, su corazón se ablanda y comienza a experimentar sentimientos de empatía, compasión y amor. Se da cuenta de la importancia de la presencia de los niños en su vida y cómo su jardín se ha transformado en un lugar mágico gracias a su presencia.

Finalmente, el gigante egoísta experimenta un profundo arrepentimiento por haber sido tan egoísta y haber alejado a los niños de su jardín durante tanto tiempo. Su encuentro con los niños le enseña la importancia de la generosidad, la amabilidad y el amor hacia los demás, y se convierte en una persona más comprensiva y solidaria.