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Jeff Costello (Alain Delon) cuenta con la única compañía de un canario y de una mujer a la que visita esporádicamente en su departamento. Al comienzo de El silencio de un hombre / El Samurái (Le Samouraï, 1967) lo vemos recostado en su cama, fumando en una enorme y desolada habitación, una lluviosa tarde de sábado y acompañado del canto de su pájaro enjaulado, mientras se da cita a un fragmento del Bushido donde se reafirma el carácter solitario del samurái, cuya soledad, se dice, sólo resulta comparable a la de un tigre en la selva. La soledad es la que, paradójicamente, acompaña también a Ghost Dog (Forest Whitaker), el asesino afroamericano de Ghost Dog, El Camino del Samurái (1999), que rige su vida a partir del código de los antiguos guerreros japoneses y a través de sus constantes lecturas del Hagakure y de su afinidad por el hip-hop; su soledad se ve atenuada únicamente por la presencia de sus palomas mensajeras, encargadas de trasladar sus confirmaciones de misiones cumplidas a su amo, y de sus intermitentes apariciones en el puesto callejero de helados de su mejor amigo, un inmigrante francoparlante que no sabe pronunciar una sola palabra en inglés. Últimos días de la víctimaRaúl Mendizábal (ese es el nombre con el que se presenta ante los demás, aunque presumimos que es falso), cuenta con la amistad del roñoso y miope Gato Funes (Ulises Dumont) y de una prostituta (Monica Galán) en Últimos días de la víctima (1982). Su contacto con el mundo exterior se limita a las solitarias jornadas de observación de sus futuras víctimas, de las cuales registra cada uno de sus movimientos a través de sus cámaras y lentes fotográficas. También se vale del armado de un cubo mágico para contrarrestar el tedio en los interminables intersticios donde las novedades están ausentes.