imagina que eres un mitayo en las minas de potosí ¿a que peligros te enfrentabas? redacta en tu cuaderno un dia de trabajo en la mita minera​

Respuesta :

Un día en la mita minera como un mitayo en las minas de Potosí

Despierto antes del amanecer, cuando el frío en las montañas de Potosí es intenso y penetrante. Mi cuerpo, aún cansado y dolorido de los días anteriores, lucha por moverse. No tengo más opción que levantarme rápidamente, porque el capataz no tolera retrasos.

Me pongo la ropa raída que tengo, apenas suficiente para protegerme del frío. Salgo de mi choza, y la oscuridad aún cubre el paisaje. El camino hacia la mina es empinado y traicionero, pero mis pies descalzos ya están acostumbrados a las piedras y la tierra helada.

Al llegar a la entrada de la mina, me uno a los demás mitayos. El capataz nos espera con una mirada severa, y comenzamos la jornada con una oración a los dioses, pidiendo protección y fortaleza. Algunos de nosotros llevamos hojas de coca en la boca para aliviar el cansancio y el hambre que nos acompañarán todo el día.

Nos adentramos en la mina, y la oscuridad nos envuelve. Las antorchas parpadean, proyectando sombras inquietantes en las paredes. El aire es denso y difícil de respirar debido al polvo y la falta de ventilación. Nos asignan diferentes tareas: algunos deben excavar, otros transportar el mineral en sacos pesados, y algunos, como yo, trabajar en los túneles más estrechos y profundos.

A medida que avanzo por los túneles, el calor y la humedad aumentan. El peligro de derrumbes es constante; las paredes y el techo pueden ceder en cualquier momento, atrapándonos sin posibilidad de escape. Además, el riesgo de inhalar polvo tóxico es alto, lo que causa enfermedades respiratorias que muchos de nosotros no sobreviviremos a largo plazo.

El tiempo en la mina parece eterno. Mis músculos se tensan y duelen con cada carga de mineral que llevo sobre mi espalda. Nos dan apenas un poco de comida y agua, y las pausas son breves. No podemos permitirnos descansar demasiado, ya que debemos cumplir con la cuota diaria de mineral.

A media tarde, uno de los túneles colapsa. El estruendo es ensordecedor y el polvo llena el aire, haciendo difícil ver o respirar. Corremos hacia la salida, pero no todos tienen la misma suerte. Algunos compañeros quedan atrapados bajo los escombros, y aunque intentamos rescatarlos, sabemos que nuestras fuerzas y herramientas son insuficientes.

Finalmente, cuando el sol ya se ha ocultado tras las montañas, nos permiten salir de la mina. Estamos cubiertos de polvo y sudor, y el cansancio es casi insoportable. Caminamos de regreso a nuestras chozas en silencio, pensando en los que no lograron salir hoy y sabiendo que mañana tendremos que volver a enfrentar los mismos peligros.

Antes de dormir, mastico algunas hojas de coca más, esperando que alivien el dolor en mi cuerpo y me permitan descansar un poco. Rezo a los dioses una vez más, pidiendo que me den la fuerza para sobrevivir un día más en las entrañas de la montaña de plata.