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El imperialismo del siglo XIX y principios del siglo XX alimentó las corrientes racistas del siglo XX de varias maneras:
1. Ideología de la superioridad blanca: El imperialismo se basó en la creencia de la superioridad de las razas blancas y europeas sobre las demás. Esto se utilizó para justificar la colonización y la explotación de territorios y pueblos no europeos.
2. Teorías pseudocientíficas: Se desarrollaron teorías pseudocientíficas como el darwinismo social y la eugenesia para "demostrar" la inferioridad de ciertas razas y justificar la dominación imperialista.
3. Estereotipos y prejuicios: El imperialismo perpetuó estereotipos y prejuicios racistas a través de la literatura, el arte y los medios de comunicación, reforzando la idea de la superioridad blanca.
4. Políticas de segregación y discriminación: Las potencias imperialistas implementaron políticas de segregación y discriminación en sus colonias, reforzando la idea de la inferioridad de las razas no blancas.
5. Legitimación de la opresión: El imperialismo legitimó la opresión y la explotación de pueblos no europeos, lo que contribuyó a perpetuar actitudes racistas.