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Afirmar que todos somos iguales en dignidad y derechos es fundamental para promover la justicia y la equidad en la sociedad. Esta declaración, enraizada en los principios de los derechos humanos, asegura que todas las personas, sin distinción de raza, género, religión o condición social, tienen el mismo valor y deben ser tratadas con respeto. Esto fomenta un entorno donde se protegen las libertades individuales y se combate la discriminación, permitiendo que cada persona pueda desarrollar su potencial y contribuir al bienestar común. Además, establece una base para la convivencia pacífica y el desarrollo social, ya que promueve la inclusión y el reconocimiento de la diversidad.