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Respuesta:Easter Reflections]

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo que, por Su inmenso amor y mediante la resurrección de Jesucristo triunfante de la muerte, nos ha hecho renacer a una esperanza viviente, a una herencia incorruptible, inmaculada e imperecedera. Una herencia reservada en los cielos para vosotros.  1 Pedro 1:3–4 BLP

Un punto a lo largo del camino a casa

Cuando salía del colegio para volver a casa, una niña tenía que pasar por un cementerio. Le preguntaron si tenía miedo, y contestó:

—No. Simplemente paso por ahí camino a casa.

Eso es lo que hizo la Resurrección con la muerte. La convirtió en un camino inofensivo en nuestro viaje a casa.

Claro que eso no quiere decir que Dios no vaya a dejar que muramos o que muera alguno de nuestros seres queridos. El mensaje de la Pascua no es que la fe sea algo cómodo, sino que hay esperanza más allá de las más recias tempestades del alma.

La Resurrección alumbró con un rayo de esperanza la vida de los discípulos de Jesús. Del mismo modo, infunde nueva esperanza a los enfermos, los hospitalizados y los que están enterrando a sus seres queridos; es decir, los que sufren.

Habrá ocasiones en que padezcamos dolor o sufrimiento, pero gracias a Dios no se nos deja sin esperanza ni indefensos. Todo por lo que ocurrió en un momento asombroso de la historia hace cosa de dos mil años en un sepulcro de las afueras de Jerusalén.

Era temprano una mañana de domingo. Varias mujeres fueron juntas a la tumba de un Amigo muy querido, y allí oyeron a los ángeles decirles: «No está aquí; ha resucitado».  Vince Gerhardy (pastor australiano)

Más cerca de la eternidad

Muchos grandes maestros, místicos, mártires y santos han pronunciado palabras llenas de gracia y verdad. Pero solo en el caso de Jesús ha persistido la creencia de que cuando vino al mundo Dios se dignó adoptar nuestra semejanza humana a fin de que los hombres pudiésemos salir de nosotros mismos.

Conforme me acerco al fin de mis días, me parece que la osada aseveración de Jesús es más cautivante y tiene más sentido que nunca. Muy a menudo despierto en la noche, como es propio de los ancianos, y me encuentro con que la mitad de mi ser está fuera de mi cuerpo, flotando entre la vida y la muerte, vislumbrando la eternidad en la distancia.

Veo mi viejo cuerpo entre las sábanas, manchado y desgastado como un papel tirado a la basura. Flotando sobre él estoy yo, como una mariposa lista tras su etapa de crisálida para emprender el vuelo. ¿Alguien les dice a las orugas que experimentarán una resurrección? ¿Que al morir se transformarán y dejarán de ser unos despreciables animalillos que se arrastran por el suelo para volverse criaturas de los aires, con alas pintadas de exquisitos colores? Si se lo dijeran, ¿lo creerían? Imagino a orugas ancianas y sabias que responden meneando la cabeza: «Imposible. No puede ser.»

Pero en ese estado intermedio entre la vida y la muerte, mientras los relojes hacen sonar en la noche su inexorable tictac y en el negro cielo no se ve un resquicio de claridad, oigo estas palabras de Jesús: «Yo soy la Resurrección y la vida». En esos momentos me siento transportado por una potente ola de alegría y paz.  Malcolm Muggeridge (Periodista británico que se convirtió al cristianismo hacia el final de su vida, 1903–1990)

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