Respuesta :

Respuesta:La constante penuria de «granos» (cereales) y la hambruna del invierno de 1788, que se prolongó durante la primavera y hasta el verano de 1789, habían reactivado la tradicional preocupación por la subsistencia tanto en las ciudades como en el campo. La desconfianza hacia la nobleza se vio alimentada por un conjunto de factores: se había comprobado la actitud hostil de la nobleza hacia cualquier tipo de reforma durante los Estados Generales y la recién creada Asamblea Constituyente; frente a la Revolución parlamentaria y política de mayo y junio de 1789, había empezado una primera ola de emigración de nobles al extranjero, acentuando el miedo de una intervención de las monarquías extranjeras aliadas con la nobleza. La crisis económica que marcó el reinado de Luis XVI había reducido también los ingresos de la nobleza terrateniente mientras aumentaba el coste de su lujoso tren de vida; para compensarlo, en los años que precedieron la Revolución la nobleza había incrementado la presión fiscal y productiva sobre los campesinos de sus tierras, agravando su pobreza. Habían reducido, por ejemplo, considerablemente las tierras comunes (vendiéndolas o convirtiéndolas en tierras de labranza) donde los campesinos cazaban, llevaban el ganado a pacer y recogían madera.1​

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