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La leyenda de la papa narra como el pueblo de los Sapallas tenía una convivencia armoniosa pero un día una erupción de un volcán afectó la naturaleza y su vida cambio.

Leyenda de la papa

La erupción afectó a un pueblo vecino que decidió invadirlos haciendo uso de la fuerza y convirtiendo a la población en esclavos así que durante años vivieron resignados y trabajando de manera forzosa sin ningún tipo de descanso.

Sin embargo, un descendiente de los antiguos jefes intentaba convencer a las personas para luchar y creía que los dioses no permitirían que esta injusticia siguiera así que los dioses indicaron un lugar lleno de semillas de papa las cuales sembraron y fueron su cultivo principal.

Respuesta:

En tiempos muy remotos, nuestro país lo habitaban los sapallas que estaban orgullosos de su suelo. Sus majestuosos montes nevados, su pampa inmensa y solemne, su cielo diáfano y purísimo, su lago legendario, sus aves, sus flores, todo. (…) La tierra retribuía con prodigalidad el esfuerzo de los agricultores; el Sol les enviaba desde lo alto la dorada bendición de sus rayos para madurar los granos, y la Luna con su luz suave plateaba las noches serenas y presidía el cortejo de estrellas; el lago ofrecía a los pescadores abundantes y sabrosos pececillos; hasta los ríos les traían desde su misterioso y lejano origen brillantes arenas de oro puro, que las depositaban como un regio presente sobre la linfa de sus orillas.

Año tras año, los desgraciados sapallas después de arar, sembrar y regar constantemente sus inmensos campos, cuando llegaba el día de la cosecha, miraban con estupor y llenos de indignación como llegaban los Karis y recogían con sus propias manos los abundantes frutos que tanto trabajo y fatiga les había costado.

Los Karis, después de colmar sus depósitos y graneros, recién permitían a sus esclavos entrar a los campos a recoger los desperdicios de la cosecha.

Muchos años hacía que los sapallas soportaban esta infame dominación. Parecía que su servidumbre ya no tenía remedio. (…) Por ese tiempo vivía entre la raza de los sapallas un niño llamado Choque. Tenía apenas quince años y era el último descendiente de los jefes sapallas. (…) Los orgullosos Karis, sabiendo que Choque era de noble origen, querían humillarlo más que a los demás y le ordenaban cumplir los más bajos oficios.

Los pacientes sapallas, los antiguos súbditos de su padre, que presenciaban aterrorizados los terribles tormentos que sobre el hijo de su Curaca hacían llover sus despóticos señores, lamentaban en silencio la heroica terquedad del niño, pero no sentían contra los verdugos el menor asomo de rebeldía.

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