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En un pequeño pueblo rodeado de espesos bosques, vivía Elena, una joven conocida por su valentía y curiosidad. A menudo se aventuraba sola en los bosques, explorando senderos desconocidos y descubriendo lugares olvidados por el tiempo. Sin embargo, había una parte del bosque a la que nunca se había atrevido a ir: la Colina de las Sombras.

Los habitantes del pueblo contaban historias aterradoras sobre la colina. Decían que, durante la noche, se podían escuchar susurros y lamentos provenientes de allí. Nadie se acercaba a esa colina después del anochecer. Sin embargo, Elena, siempre deseosa de descubrir la verdad detrás de las leyendas, decidió que era hora de enfrentar sus miedos y explorar la colina.

Una noche sin luna, armada con una linterna y su determinación, se dirigió hacia la Colina de las Sombras. Mientras subía por el estrecho sendero, el silencio se hacía más profundo, interrumpido solo por el crujir de las hojas bajo sus pies. La atmósfera se volvía cada vez más densa, como si el aire mismo estuviera cargado de una presencia inquietante.

Al llegar a la cima, Elena encontró una vieja mansión en ruinas, envuelta en sombras. La puerta principal estaba entreabierta, como si la estuvieran invitando a entrar. Con un nudo en el estómago, empujó la puerta y se adentró en la oscuridad.

El interior de la mansión estaba cubierto de polvo y telarañas. Los muebles, aunque deteriorados, aún guardaban un aire de grandeza pasada. Elena avanzó lentamente, su linterna proyectando sombras que parecían moverse por su cuenta. De repente, un ruido detrás de ella la hizo girar rápidamente. No había nadie, pero el aire se sentía helado.

Continuó explorando, cada paso resonando en el silencio sepulcral. Llegó a una sala grande, con un espejo antiguo en la pared. Al acercarse, vio su reflejo, pero algo no estaba bien. Su reflejo no imitaba sus movimientos. De hecho, el reflejo sonreía de una manera siniestra, sus ojos llenos de malicia.

Elena dio un paso atrás, horrorizada. El reflejo salió del espejo y comenzó a acercarse a ella. Desesperada, intentó correr, pero sus piernas no respondían. Sentía una fuerza invisible que la mantenía en su lugar. El reflejo la alcanzó y, con una sonrisa cruel, la atrapó en un abrazo helado.

La oscuridad la envolvió y perdió el conocimiento. Cuando despertó, estaba de nuevo en el bosque, pero algo había cambiado. Se levantó y se dirigió al pueblo, pero nadie la reconocía. Trataba de hablar con los habitantes, pero era como si no pudieran verla ni escucharla.

Desesperada, volvió a la Colina de las Sombras. En la cima, frente al espejo, se dio cuenta de la horrible verdad. Su reflejo ahora vivía su vida, mientras ella estaba atrapada en una existencia fantasmagórica, condenada a vagar por el bosque por toda la eternidad.

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