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pofa leelo seque esta mui larga pero sibe

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Génesis 24:34-58

Génesis 24:34-57-58 TLA

y el mayordomo dijo: —Mi amo Abraham es muy rico, pues Dios lo ha bendecido mucho. Le ha dado ovejas, ganado, plata, oro, sirvientes, sirvientas, camellos y burros. Además, él y su esposa Sara tuvieron un hijo, a pesar de ser ya muy ancianos, y a ese hijo mi amo le ha entregado todas sus riquezas. A mí me hizo jurarle que no casaría a su hijo con ninguna mujer de Canaán. Más bien, me pidió venir acá y buscarle esposa entre sus familiares. »Yo le pregunté: “¿Y qué hago si la mujer no quiere acompañarme?” Entonces mi amo dijo: “Toda mi vida he obedecido a Dios, así que él enviará su ángel para que te acompañe y haga que te vaya bien en tu viaje. Pero tú debes buscarle a mi hijo una esposa entre mis familiares. Si ellos no quieren dártela, quedarás libre del juramento que me has hecho”. »Hoy, cuando llegué al pozo, hice esta oración: “Dios de mi amo Abraham, si tú así lo quieres, haz que me vaya bien en este viaje. Mírame aquí, parado junto a este pozo. Si una muchacha viene a sacar agua, y yo le pido que me dé a beber un poco de agua de su cántaro, y ella acepta darme agua y saca también agua para los camellos, entenderé que ella es la que tú has elegido como esposa para el hijo de mi amo”. »Todavía no terminaba de orar cuando llegó Rebeca con su cántaro al hombro. Bajó y sacó agua, y cuando yo le pedí que me diera de beber, enseguida bajó su cántaro y me dio, lo mismo que a los camellos. Una vez que bebí, le pregunté quién era su padre, y ella me contestó que era Betuel, el hijo de Nahor y Milcá. »Fue entonces cuando le puse el anillo en la nariz, y las pulseras en los brazos; luego me incliné para adorar y bendecir al Dios de mi amo Abraham, pues me guió directamente hasta la nieta del hermano de mi amo, para tomarla como esposa para su hijo. Ahora bien, díganme si piensan ser fieles con mi amo y tratarlo bien; y si no, díganmelo también; así sabré qué camino tomar. Labán y su familia respondieron: —Todo esto viene de Dios, y nosotros no podemos decirle a usted ni una cosa ni otra. Pero aquí está Rebeca. Puede usted llevársela,pofabor leelo y que se case con el hijo de su amo, ya que así lo ha decidido Dios. Al oír esto, el mayordomo se inclinó hasta el suelo y dio gracias a Dios; luego sacó joyas de oro y plata, y vestidos, y se los dio a Rebeca. A su hermano y a su madre también les dio valiosos regalos. Después de eso, él y sus hombres comieron y bebieron, y pasaron la noche allí. A la mañana siguiente, cuando se levantaron, el mayordomo pidió permiso para volver a la casa de su amo, pero el hermano y la madre de Rebeca respondieron: —Deje usted que la muchacha se quede con nosotros unos días más, y entonces podrá irse. Pero el mayordomo les rogó: —¡No me detengan más! Ya Dios me ha dado éxito en mi viaje, así que déjenme volver a la casa de mi amo. Ellos llamaron a Rebeca y le preguntaron