El submarino desciende por suaves pendientes de agua hasta unos trescientos metros. Luego, avanza sobre una flotante línea en las profundidades; y se interna, de a poco, en la garganta del océano. Dentro del pez de las hélices flota un deseo callado, el deseo del regreso, el ansia por la rápida vuelta a la tierra del padre y la madre. La nube deseante humedece las paredes, los cuerpos, los compartimientos, las turbinas, el periscopio, los altares de las imágenes familiares, los torpedos-anguilas. Y el aire encajonado que roza las frentes.

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